Las decisiones que tomamos a veces nos llevan por caminos sinuosos.
Cuando oímos la voz del que clama en el desierto, nuestros caminos se enderezan, lo áspero se vuelve suave, y podemos hacer lo que hay que hacer.
El secreto es escuchar esa voz que clama en el desierto y pedir que se manifieste la gloria de Dios en medio de donde estemos.
Mateo 3.1 Jesús afirma lo que dijo la voz que clama en el desierto: arrepentíos!
Si no existe arrepentimiento no hay ingreso al Reino.
Hay varios pedidos de perdón vacíos, que no tienen fundamento de un verdadero arrepentimiento.
Yo no puedo pedir perdón a Dios sin hacer un acto digno de arrepentimiento.
Hay que poner por obra aquel cambio que nos ha llevado al arrepentimiento.