Padre
Hay algo muy importante que nos representa, que nos da identidad y eso es nuestro nombre.
Depende como yo lo nombre a Dios, va a significar lo que él representa para mí y la manera en la que nos relacionamos con Él.
A Dios se lo menciona en Génesis 1 con el nombre de Elohim, un nombre que significa: un Dios que tiene que ser reverenciado, adorado, fuerte, poderoso.
Más adelante se presenta otro de los nombres con los que se menciona a Dios, YHWH, (el Tetragrámaton) el Dios con un nombre tan sagrado que era casi imposible de nombrar. Era tan sagrado éste nombre que los primeros hebreos lo dejaron de pronunciar reemplazándolo por Adonai. Adonai significa, amo, dueño, señor y luego aparece el nombre de Jehová.
Jehová es la forma en la que se encontró para nombrar a Dios.
Pero la forma en la que Dios quería revelarse a nosotros era con el nombre de “Padre”, con los nombres anteriores era un Dios tan poderoso como tan lejano, en cambio revelándose con el nombre de Padre se genera un vínculo nuevo, (quizás más comprensible sobre todo para el hombre y la mujer de hoy) el del amor.
En este vínculo del amor, Dios se baja del trono, para ponerse a la altura de sus hijos.
¡Como un padre cuando se tira al piso a jugar con ellos!
Su paternidad nos da la tremenda confianza de que a pesar de ser el Dios todopoderoso, es mi Padre.
Que deja de ser ese Dios innombrable para pasar a ser nuestro Papá, que nos acompaña en todos los procesos de nuestra vida, en los tiempos en los que hacemos las cosas bien y en los que nos equivocamos.
Porque un Padre siempre está a nuestro lado para corregirnos en amor.
Ahí es donde Él envía a su primer hijo Jesús para que nosotros entendamos que Dios es Padre.
¡Dios deja de ser tan eterno y pasa a acompañarme en la vida! (Juan 1.12)