Cuando vamos a una fiesta nos encontramos por lo menos con dos tipos de invitados:
• El que entra a la fiesta como espectador, a juzgar, forma parte la fiesta pero mira desde lejos sin interesarse por la fiesta (El invitado Grinch!).
• El invitado que hace que la fiesta sea inolvidable, invita a otros y es parte de la fiesta. Es la persona que disfruta todo de manera activa para que la fiesta no se termine nunca.
Cuando cumplimos la función de invitados a la fiesta del Padre nos convertimos en discípulos de Cristo Lucas 14:25/26 (Génesis 29:31)
En la carrera del invitado para llegar a ser discípulo, nos toca dejar de lado nuestros vínculos, no abandonarlos sino ponerlos en un segundo plano.
Se trata de elegir a Dios por sobre todas las otras cosas, lo elegimos para adorar, lo elegimos para amar como se ama en el Reino de Dios.
Incluso tenemos que renunciar a nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestro ego.
Llevar la cruz implicaba hacerse responsable de sus delitos cómo parte del proceso de la condena.
Tenemos que hacernos responsables de lo que hicimos, hacemos y vamos a hacer, reconociendo la magnitud de nuestros pecados. De esa manera entenderemos de qué tenemos que arrepentirnos, esa es nuestra cruz.
Morir no es otra cosa que el comienzo de una nueva vida, dejando que Jesús fluya para hacernos responsables de nuestro crecimiento.
Es importante que ordenemos nuestra prioridades, ese valor sentimental que le ponemos a las cosas, a nuestras posesiones, tiene que estar detrás de Cristo.
La fiesta inolvidable es nuestra fiesta local, dónde tenemos un montón de manjares que Dios dispuso para que disfrutemos, haciéndonos presentes descubriremos lo que el Padre tiene preparado para nosotros.
Es nuestra decisión cumplir la función de invitados si queremos ser discípulos de Cristo!